Recuperar la esperanza: un imperativo
Teólogo y docente
No quiero sonar apocalíptico, con mi impronta creyente, menos agorero de presagios cataclísmicos. La verdad es que nuestro planeta está malherido. Los daños al medio ambiente son gravísimos. No hay país que no haya afectado su entorno natural. La lista de daños aquí o allá es larga. El hombre mismo se ha vuelto hedonista, agresivo y personalista. Egoísta. Estamos en la ley de selva. Estamos en un mundo en que los estados compiten por su supervivencia de modo maquiavélico. Las sociedades ya no lo son en el sentido estricto del término. Hay una anarquía moral. Una anomia, diría yo, cuasi generalizada.
Esto no va a terminar bien para muchos. Quizá unos pocos se beneficien de los pocos o muchos bienes que hayan arrebatado. El aire, el agua, la tierra, los alimentos serán los afectados. Los pocos espacios o recursos que queden, serán motivo de lucha por lo poco que haya, me recuerda a la película Mad Max. Creo que la lucha del futuro podría ser así.
La poca solidaridad que hemos visto en esta pandemia ha sido un granito frente a los ingentes casos de individualidad, sobre todo delincuencial. Vemos situaciones donde la gente ya no le interesa la autoridad. La enfrentan. La ningunean.
Los organismos mundiales que debían ser boyas de salvación en el maremágnum proceloso de esta pandemia, fueron insignificantes o devinieron en inútiles. La ONU a través de la OMS no fue un referente, una tabla de salvación. Creó confusión, fue parte de la anarquía. Los medios de comunicación nos transmiten violencia, muerte y hedonismo, farándula.
Ahora estamos cuasi enclaustrados a fortiori. Aumenta el aislamiento. Muchos buscamos a través de las redes mirarnos, hablarnos, darnos esperanza.
El sistema político económico a nivel mundial, nos ha mostrado su verdadera faceta. Los que tienen el poder político se verán favorecidos. Los que tengan poder económico tendrán más posibilidades de vida, hasta de conseguir una vacuna. Si seguimos así, lo que viene será una jungla.
Ante lo dicho, hay voces, como las del papa Francisco que invocan a un cambio de actitud. No hay la voz de un país con poder económico o social que dé el paso hacia una revolución mundial.
Creo que las pocas instituciones que todavía tienen conciencia moral, deben buscar, promover, un imperativo categórico kantiano, que aspire a una conducta moral recta que es inherente y urgente a la sobrevivencia de nosotros como humanos. Es imperativo. Tenemos que hacerlo a la fuerza o estamos condenados a nuestra extinción.
Cada uno, desde nuestras trincheras por ahora, tendríamos que ser parte de la solución. Los estados no lo hacen, no se erigen como faros para llegar a buen puerto.
Algunos países ofrecen regalar sus vacunas, hay que valorar esas acciones. Hay gente en las redes promoviendo la vida y la salud con consejos de plantas naturales. Reflexiones de autoestima y motivación. Otros ofreciendo ejercicios para la salud.
Es tiempo de sumar desde nuestros espacios virtuales. Hay cadena de favores, que tal en este tiempo una cadena de esperanza. No podemos sumarnos al corifeo de voces de tragedia. ¡Basta!
Propongámonos ser voces de esperanza todavía hay tiempo.