Reinvenciones sociales, culturales y de clase
Historiadora
Bastante tinta ha corrido desde que se llevó a cabo el ya famoso matrimonio de una señora trujillana con un noble español. Y remarco, una señora que forma parte de los señores norteños, normalmente conocidos como oligarquía y como elite. Pero, por experiencia regional, prefiero hablar de los señores norteños en un momento (¿final?) de (re)adecuación y (re)invención que la situación permite: la profunda modificación, muerte y transformación de los instrumentos de organización social de la llamada Modernidad (hacia la posmodernidad, hipermodernidad o altamodernidad dependiendo del teórico que se trate), como el Estado-Nación.
No puedo evitar preguntarme si es casualidad que hacia 1821, el Sol de Oro fuera la orden máxima de reconocimiento que José de San Martín otorgaba a los insurgentes, en ese momento exitosos independentistas. O que un siglo después, el Presidente Leguía fuera el Tayta Leguía y motivo de una muy conocida caricatura de la Revista Mundial en que este es visualmente tildado de Inca. Finalmente, si es extraño que en torno al 2021, se encuentren estas representaciones “culturales” -como las del matrimonio por ejemplo- que si seguimos a Asensio (2014, 2022) nos remite a una construcción de la identidad neomuchik norteña.
Ciertamente son (re)construcciones de representaciones mentales que remiten al sistema en el que vivimos, que va más allá de ser solamente economía como generalmente se asume. En el fondo, el sistema nos remite también -y quizás sobre todo- a mentalidades y cogniciones sociales que afloran como hijas del mismo proceso histórico; finalmente es gente, como uno, la que ha vivido esa historia: con San Martín, el nacimiento de la república en el tiempo de un recientemente inaugurado sistema industrial; y luego, con Leguía, la consolidacion de la concreción del Estado-Nación, el apogeo de la industria y su forma de vida de 1900 en adelante (Belle Epoque o Republica Aristocrática en versión peruana) y finalmente, hoy, cuando se enfrenta un fuerte proceso de reformulación de las estructuras de vida ante la recomposición del sistema en curso.
De un solo vistazo, los problemas que saltan a la vista no son en absoluto nuevos: primero, qué nos mantiene unidos como república y segundo, la (re)construcción identitaria en una forma política, como la república. Una forma política, dicho sea de paso, que se desenvuelve en el tiempo y está constituida de individuos -crecientemente anónimos- , con derechos ciudadanos igualitarios -pero de ejercicio burocráticamente limitado- y un uniformizante mercado (propio del sistema económico industrial). Para 1822, son muy pocos los que reconocen la Orden del Sol; aquel signo de patriotismo que establece San Martín en octubre de 1821. Una medalla que cae en el olvido porque poco nada le dice algo a ese naciente conjunto social peruano que preferirá reconocerse en emblemas menos densos en semántica como una bandera o una escarapela ,cuyo éxito, además, llega después de la Guerra del Pacifico. Sin embargo, el Estado si resignifica este símbolo en el tiempo porque en la vuelta del siglo XIX al XX, el ahora concreto Estado-Nación requería de historicidad y de la identificación con un pasado glorioso. Un proceso que trasciende al Perú y es propio de Occidente; en Francia recupera a los francos y Alemania a la germanidad. Leguía se convierte en una suerte de Inca y consolida una narrativa histórica para ese estado sacrosanto y supremo de la época: El imperio Inca, el maravilloso y único imperio al sur del Ecuador que, si bien es vencido en un día por los españoles (reconociendo tácitamente la superioridad tecnologica de los occidentales), da pie al ¡Vale un Perú!, al más importante virreinato de la familia americana del Imperio español y que, verdades o mentiras, finalmente, cuaja en la gran República peruana. Y resaltemos que esta construcción social mental no es solo en el caso de la nación sino también de la región y que se replicó por todo el Perú. En el caso del norte, se estableció con fuerza el pasado moche-chimú trujillano, la figura de LLampellec en Chiclayo, los Caxamarcas, los tallanes de Piura y los tumpis de Tumbes.
Estas reinvenciones de representaciones mentales, por tanto, no son nuevas sino que se adecúan y se ajustan a la realidad histórica que la sociedad peruana ha ido enfrentando: el tiempo marca lo que las personas creen, piensan y por tanto, actuan. Reinvenciones que se generan en todos los segmentos de la sociedad, con mayor o menor fuerza y rapidez por cierto, pero que por lo común son ampliamente visibilizados por los señores. Hacia 1822 los que llevan adelante el proceso son los grandes hacendados- estancieros- comerciantes que, como algunos trujillanos, están felices de contar con una Orden que realínee nacionalmente sus emblemas nobiliarios o confirme su importancia social. Un siglo después, hacia 1922, el juego está en el campo de los liberales pero también de los poderosos hacendados norteños, trasladando su poder hacia Lima pero ejerciéndolo en Trujillo y su espacio vinculado. Finalmente hoy, con un poder discutido de re- recreación de señores, particularmente en el norte donde nunca desaparecieron, y que va de la mano con el resurgimiento del problema identitario y de la búsqueda de un elemento cohesionador justificante de la pertenencia, no a lo regional -que saben que encabezan-, sino a lo nacional. La cultura, nuevamente, es el cajón de sastre de donde poder escoger lo que permite un sentir norteño y como en el pasado, es a ella a la que se vuelcan. La situación en los nuevos señores es dificil de calibrar, porque es novedosamente transnacional o quizás más bien, global; se mantiene poco visible detrás de bambalinas como siempre hicieron los señores norteños y supone la recreación señorial de sectores más bien emergentes que tradicionales. Discutible o no, los señores no necesariamente responden a una ideología ni tampoco a un juego de poder sino más bien a un estilo de vida que cruza ambos elementos y que, si lo sienten amenazado, los congrega de inmediato junto a la red humana que los sostiene y a la que arrastran en su interés. La región se hace presente y no está dispuesta a volverse a ocultar, una voluntad que coincide (o que es potenciada) por el contexto de readecuación y transformación del sistema.
Entregada a S.Bolivar por J.San Martín Recuperado: https://www.wikiwand.com/es/Orden_El_Sol_del_Per%C3%BA
Recuperado: http://www.augustobleguia.org/l/homenaje.htm
Recuperado: https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/1552/03.JHM_PARTE_II.pdf?sequence=4