Opinión

Señales de esperanza para un país que muere de corrupción

Por Carlos Flores Lizana

Antropólogo y Profesor

Señales de esperanza para un país que muere de corrupciónImagen: Composición Noticias SER

La razón de escribir este artículo es demostrar que no solo las personas, sino también el país, tienen la capacidad de salir adelante. La fuerza de una persona, y de una sociedad radica en su interior, en su capacidad espiritual de cambiar su destino; es decir que necesitamos de ideas nuevas y viables para atender nuestra problemática.

Facundo Cabral, decía que, “una bomba hace más ruido que una caricia, pero, por cada bomba que destruye, existen millones de caricias que construyen la vida”. A continuación, se mencionan tres iniciativas, realizadas por peruanos que están cambiando la vida de sus participantes de manera esperanzadora y real, especialmente la vida de cientos de jóvenes, varones y mujeres, de sectores medios y pobres.

El primero es el movimiento de varones voluntarios por la igualdad de género (HPI), movimiento integrado por más de 1240 varones que sufrieron violencia de parte de sus parejas o familiares y que, después de superar esa situación de manera exitosa, se han vuelto promotores de relaciones sin violencia y con calidad humana entre los varones y las mujeres de las comunidades en las que viven. Este programa es parte de las actividades del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y está presente en casi todas las regiones del país, con un monitoreo y capacitación permanente y con un reconocimiento monetario en retribución a los servicios que presta en prevención y atención de nuevas víctimas de violencia. Su objetivo es muy claro: mejorar las relaciones entre varones y mujeres como padres de familia, sensibilizándolos, capacitándolos e interviniendo efectivamente en la vida de las parejas que tienen niños de cinco años o menos. Se busca reeducar a los varones y las mujeres en su autopercepción de género y las relaciones y roles que se dan al interior de una familia con niños. Mejorar la capacidad de ser padre y madre y hacer que los niños reciban una mejor transmisión de valores y en la manera de gestionar sus emociones básicas.

Esta información no revela suficientemente la riqueza humana que se encuentra detrás de la red de dignificación de los varones y mujeres que sufren, o han sufrido, violencia. Un dato importante que nos ayuda a valorar el trabajo es saber que ya lleva tres años funcionando y proporcionando dignidad, derechos y vida a las víctimas y sus familias, lo que demuestra que no solo las mujeres son víctimas de violencia, sino que también la sufren los varones, callándolo por vergüenza. Es muy importante saber que una de las causas de violencia que sufren los varones se debe a que tienen alguna limitación física, de nacimiento o provocada por accidentes de diferente origen. Es así que el varón se vuelve vulnerable y se convierte en víctima de sus parejas o familiares que lo abandonan o maltratan de muchas formas. Igualmente, la vejez, con todas sus limitaciones, es otra causa que los hace vulnerables.

El otro movimiento importante, clave para paliar la crisis alimentaria y de empleo que quedó demostrada con la presencia del Covid, es la formación de comedores populares en los barrios pobres o periféricos de la ciudad de Lima y de otras ciudades alrededor del país. Esta estrategia de las familias, de responder ante una crisis social y económica, no es extraña para el Perú. Los comedores populares surgieron en el 1978 y en adelante, a raíz de los despidos originados durante el gobierno militar, que afectaron a muchas familias en la atención diaria de sus alimentos. Personalmente participé en marchas, solicitando al gobierno que brinde el apoyo necesario a estos comedores populares que son los que atienden las necesidades de la población afectada.

La segunda etapa de formación de comedores se dio casi, de forma automática, unos dos años antes de la caída vergonzosa del gobierno de Alberto Fujimori. Se formaron miles de comedores, sobre todo en los barrios alrededor de la carretera central y en distritos como Villa el Salvador o San Juan de Lurigancho. Es bueno recordar, además, a aquellos que se activaron en los últimos años del desastroso primer gobierno de Alan García (1985-1990).

Esta historia de responder de manera efectiva al hambre y la crisis del empleo, nos muestra la capacidad, sobre todo de las mujeres, madres de familia, para proteger a sus hijos. Actualmente, el Covid también puso en movimiento a este capital social, poniendo en marcha, nuevamente, la solidaridad y la defensa de la vida. A esta iniciativa han respondido, además, las parroquias, el gobierno e instituciones privadas y de la sociedad civil, colaborando en distinto grado y manera. La Sociedad Nacional de Industrias y otras instituciones han sumado la capacitación y algunas iniciativas como la producción de hortalizas, utilizando, sobre todo, tecnologías como la hidroponía casera.

Todas estas formas de responder a la necesidad nos dan esperanza, sabiendo que los comedores populares alimentan a los niños, niñas y adultos mayores de escasos recursos que asisten a ellos. Los más afortunados de estos comedores reciben, tanto desde el gobierno como de instituciones privadas, tipo Cáritas e iglesias evangélicas, algo de los alimentos que le permiten su sostenimiento. Las mujeres que llevan adelante estas formas de organizarse también contribuyen a la toma de conciencia de muchas otras, que se sienten derrotadas y abandonadas. La solidaridad y el calor humano ayudan y renuevan las fuerzas morales y espirituales de muchas de ellas constituyendo, así, una fuerza de sanidad mental para todos los miembros de sus familias.

El tercer y último motivo de esperanza es lo que nuestro compatriota Juan Diego Flores está haciendo con su institución llamada “Sinfonía por el Perú”. Somos muchos los que hemos visto y oído a este gran artista demostrar su capacidad y simpatía en los mejores escenarios del mundo. Lo hermoso y digno de imitación es que, con su institución, les está cambiando la vida a cientos de jóvenes del país, logrando que se conviertan en músicos exitosos e integrar su orquesta sinfónica. Él, como buen profesional, les pone la valla bien alta para integrar esta institución, premiándolos y alentándolos con un buen trato, apropiada capacitación y haciéndoles participar en diversos escenarios musicales. Esto que hace nuestro compatriota es realmente fantástico y ejemplar. Está sacando de la derrota y el desaliento a cientos de jóvenes, dándoles una alternativa real para sus vidas como personas y profesionales. Sería extraordinario que muchos peruanos sientan y piensen como él. Este es un ejemplo tan bueno como el de Vania Masías, embajadora de la marca Perú, que hizo algo semejante con acróbatas y bailarines de las calles y arenales de Lima.

Finalmente, no se puede dejar de mencionar el primer encuentro nacional e internacional de jóvenes en Machupicchu, realizado hace muy pocos días. La buena coordinación entre el Consejo Nacional de la Juventud junto con el Consejo Regional de Jóvenes del Cusco y la Municipalidad de Aguas Calientes, lograron que se encuentren y organicen más de 200 jóvenes y niños del Perú y otros países como Bolivia, Colombia, Chile, etc. A este esfuerzo se han unido un buen número de empresas e instituciones nacionales y europeas, que colaboraron para que se haga realidad esta actividad Aportaron con buenas iniciativas sobre cómo lograr un desarrollo justo y pacífico, cuidando el medio ambiente.

Evidentemente, las y los jóvenes son una realidad y, al mismo tiempo, una esperanza, porque son capaces de ponerse a pensar qué tipo de sociedad desean para ellos y participan en su logro. No quieren simplemente ser pasivos ni manipulados por nadie, por el contrario, piden, sobre todo, mejor educación, mejores alternativas para su capacitación profesional y laboral, ser escuchados y participar de las decisiones que los gobernantes y autoridades tomen y que les beneficien, no solo a ellos sino también a sus familias.

Es muy importante que los jóvenes se formen mejor, estén mejor capacitados, participen de la vida social y política de la sociedad. Ellos tienen que ser mejores hijos, mejores estudiantes, mejores integrantes en sus grupos de iglesia, en sus barrios y/o movimientos. Los adultos tenemos que respetarlos y amarlos más, darles mejor ejemplo, esforzarnos junto con ellos en su preparación académica y laboral.

Hay pues signos reales de esperanza, colaboremos para que esos brotes de vida nueva lleguen a dar sus frutos.