¿Sirve de algo la política peruana?
Sociólogo
Este martes 8 de marzo, el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo escenificarán en el Congreso de la República una rutina denominada Presentación del Gabinete Ministerial y Otorgamiento del Voto de Confianza. Cuando acabe, ningún peruano que mire con ojos de ver se inhibirá de calificarla como un teatro de mala calidad, por más que discurra sobre alfombras rojas y se llene de protocolos. La razón es muy sencilla, hace tiempo que en la política peruana hay más mentira que verdad, pero bajo este gobierno y este congreso, la mezcla solo es de mentira y de farsa. Y eso será esa presentación de gabinete.
Una batalla que se fue aplacando
Desde que juramentó este gabinete, el Ejecutivo y la gran mayoría del Congreso entablaron una batalla en torno a la composición del gabinete. Una mayoría de bancadas, cada cual por sus propias motivaciones, cuestionaron los antecedentes realmente impresentables de por lo menos cinco ministros. El Ejecutivo no se sintió siquiera aludido. El Congreso censuró a uno de los impresentables. El Ejecutivo, inmutable, lo reemplazó por otro pero de la misma calidad. Además mantuvo a los otros cuatro, entre ellos al inefable ministro de Salud que promovía pomitos de agua milagrosa al precio de 300 soles por unidad.
Al mismo tiempo, desde dentro y fuera del Congreso, los opositores más avezados de Castillo, le añadieron a esa batalla la reactivación de las movidas para derrocar a Castillo por cualquier medio, legal o extralegal: vacancia, juicio por traición a la patria, marchas para intentar un estallido social. El nuevo escándalo desatado por Karelim López, les hizo pensar que había llegado la hora de la ofensiva general para derribar a Pedro Castillo.
Pero muy pronto la épica ofensiva comenzó a desinflarse. El vicealmirante Montoya sumó los votos para la vacancia. Vio que no alcanzaban siquiera para presentar la moción y lamentó la “inmadurez de los colegas”. Otros proyectaron los votos para el rechazo a la cuestión de confianza para el gabinete y vieron que tampoco tendrían mayoría. También surgieron indicios de que la acusación de traición a la patria a Castillo tampoco tendría mayoría. Finalmente la marcha del sábado 5 por la destitución de Castillo resultó un fracaso.
¿Por qué se está desinflando la ofensiva?
Primero, porque las declaraciones de Karelim López habían involucrado a cinco congresistas de Acción Popular. Como esta bancada estuvo votando en contra de la vacancia y a favor de los dos gabinetes anteriores, la gran cadena de medios impresos y televisivos pro vacancia saltó a atacarla. Con eso, sólo lograron que un buen grupo de AP se radicalizara contra la vacancia y a favor de la confianza en el nuevo gabinete.
Segundo, porque nuevamente pesaron, en esa y otras bancadas, las ganas de asegurar sus cinco años de trabajo como congresistas, en lugar de arriesgarlos. Como se sabe, no dar la confianza a este gabinete los pondría cerca de una segunda censura a otro gabinete, y eso activaría la disolución del Congreso.
Tercero, porque el sustento para la acusación de traición a la patria a Pedro Castillo es un disparate tan impúdico, que hasta una parte importante de los congresistas siente vergüenza de apoyarla.
Cuarto, porque el fracaso de la marcha por la destitución de Castillo demuestra que el rechazo al presidente no supone que se acepte la convocatoria de las corrientes de extrema derecha, cuyo objetivo es hacerse del gobierno, por cualquier medio, para empujar su agenda antiderechos.
Por estas razones, no sería nada raro, que, después de tanto enfrentamiento con el Ejecutivo en torno al gabinete Torres, la mayoría del Congreso termine otorgándole el voto de confianza pese a tener en su composición a cuatro ministros realmente inaceptables. No habrá razones de bien común que justifiquen ese desenlace. El único móvil es obtener, aumentar o asegurar las cuotas de poder de sus facciones.
El ciclo de los gabinetes y el ciclo de los gobiernos De manera que el martes 8 comenzará, por tercera vez bajo este gobierno, uno de los dos ciclos en que la política peruana viene repitiendo hace tiempo. Ese primer ciclo es el de los gabinetes: nuevo gabinete, anuncio de política, voto de confianza, destape, escándalo, polarización, crisis de gabinete, otra vez nuevo gabinete. Es el ciclo de las mentiras y farsas pequeñas.
El segundo ciclo es el de los gobiernos: elecciones, candidatos publicitan programas para ganarlas, proclaman resultados, nuevos representantes -gobierno y congreso- no ejecutan programas con los que ganaron, mayor concentración de poder y riqueza para unos, mayor vulnerabilidad para mayoría, crisis de cualquier tipo, nuevas elecciones. Es el ciclo de las mentiras y farsas grandes.
¿Sirve esta política?
Esta política, y el tipo de democracia que le es funcional, no sirven al Perú. Por el contrario, lo frustran y lo hacen fallido. Lo exponen a ser el país que tiene la mayor tasa de muertes por pandemia en el mundo, que compite por los últimos lugares en calidad educativa, que se encuentra entre los mas vulnerables al calentamiento global, además de ser los más afectados por los feminicidios, los más fragmentados por la desigualdad económica y las discriminaciones de todo tipo, y los que más encubren la real magnitud de su pobreza y su desigualdad. Es la política de los que solo la ven como una cuestión de poder, de su poder, de los que no tienen más visión que su propio beneficio.
No siempre la política fue así. Hubo un tiempo en que ciertos políticos la vieron e hicieron como una cuestión de justicia. Tuvieron una visión del mundo y del lugar del Perú en el mundo. Predicaron, organizaron y movilizaron. No llegaron a la tierra prometida pero el Perú se hizo menos injusto y más digno.
Que los peruanos se desentiendan de la política solo hará que el Perú siga siendo cada vez peor. La política y la democracia sirven según quiénes las usen y con quiénes, cómo, y para qué las usen. Necesitan ser ocupadas, abiertas, reformadas y practicadas por todas y todos, para que la desafiante idea del gobierno del pueblo vuelva a ser creíble.