Superar la vileza de las argollas
Periodista y profesor de la UNA-Puno
Es una “institución” muy marcada en Latinoamérica que en nuestro país tiene su estilo propio. Las argollas son una forma de convivencia que logra armar y sostener las relaciones sociales. ¿Quién no es parte de una argolla? Desde la collera del barrio, la "promo" del colegio o la universidad, la camarilla en el trabajo o el grupo político para asaltar el poder. En todos los casos son agrupaciones excluyentes que buscan beneficios o privilegios para sus integrantes.
Los de arriba y los de abajo son argolleros. Las élites para perpetuar su dominación y los pobres para ascender socialmente o resolver problemas. Según el antropólogo sanmarquino Cesar Nureña, las argollas recorren con fuerza nuestra historia desde la Colonia. A falta del respeto generalizado a la ley y el imperio de la viveza, los peruanos encontramos en las argollas la via regia para el éxito.
Visto con otros ojos, las argollas encajan con la vigorosa tradición comunitaria de nuestros pueblos andinos y amazónicos. El espíritu colectivo de nuestro pueblo que busca alcanzar derechos de modo comunitario se convierte en una oportunidad para los políticos y eminencias grises que mezclan objetivos comunitarios e intereses de grupo. Ahí tenemos las “oportunidades” que se ofrecen a los integrantes de la argolla para obtener puestos laborales o licitaciones en las municipalidades y gobiernos regionales, inclusive rotando para permitir que todos se beneficien.
Las argollas pueden llegar a ser el espacio de reproducción y mantenimiento de los actos corruptos. Nuestras presuntas organizaciones criminales que pervierten la política peruana son argollas de asalto a los fondos públicos. Se trata de escuadras diseñadas con inteligente precisión (y a veces con torpeza) para aprovechar de manera inescrupulosa las ventajas laborales, cargos, proyectos, presupuestos y diezmos de empresarios.
Si las argollas corruptas de la política se organizan para sacarle el jugo a los fondos públicos, los méritos técnico-profesionales de los integrantes pasa a un segundo plano. El “mérito” principal será entonces la astucia para sacarle la vuelta a la norma y la capacidad para operar desde el lado oscuro. En esa lógica, los procedimientos democráticos de elecciones internas y las exigencias de legalidad de la vida partidaria, son obstáculos fastidiosos que deben ser eludidos lo más rápido posible.
Como podemos darnos cuenta, las obras y proyectos de desarrollo ocupan un lugar subordinado a los intereses y apetitos de las argollas. Es decir, se cubren las exigencias de los oportunistas argolleros con el pretexto de cumplir con la sociedad. Como podemos darnos cuenta esa dinámica debe cambiar y ser superada. El recetario del cambio es amplio. Debemos empezar tomando conciencia que esa situación es negativa, injusta y antidemocrática. Promover la reforma de la legislación electoral. Participar en la vida política del país, desde el lugar que ocupamos como ciudadanos. Vigilar y fiscalizar la actuación política de los gobernantes. Exigir la permanentemente rendición de cuentas. Y elegir autoridades que exhiban trayectoria honesta y pública de servicio y compromiso.