Tregua
Psicólogo
Los políticos no han entendido y corren el riesgo de perder la oportunidad. Los peruanos están aprovechando del Campeonato Mundial de Fútbol para alejarse, olvidarse, “hacer una limpia”, del triste espectáculo cotidiano de enfrentamientos ridículos al que nos han acostumbrado, ayudados por la gran prensa. La gente quiere una pausa, una pascana, un respiro y si se pudiera, hacer un borrón y cuenta nueva. El Perú está al borde del abismo y hay que intentar hacer algo.
Los políticos no entendieron y creyeron que la misión de la OEA era la misión de Almagro. NO. La misión incluyó a cinco cancilleres, dos viceministros y un ex canciller, que desocupados no estaban, robándoles tres días, para que vinieran a escuchar a las partes en conflicto y ayudaran a entender el enredo. Pero nuestros políticos no captaron el asunto y fueron a quejarse contra el otro, a acusar al otro, a defenderse del otro. Desaprovecharon la oportunidad, porque ninguno hasta donde se sabe, planteó lo que todos hubieran deseado: señalar salidas viables y realistas al laberinto.
La cuestión es que no les corresponde a los extranjeros ofrecer una solución. Por eso, probablemente el Informe a ser presentado ante el Consejo Permanente de la OEA no tenga el impacto que debiera tener. La solución o parte de ella, debe salir de los peruanos y peruanas de buena voluntad. Pero eso no ha sido posible, hasta ahora, porque no es el momento. Porque estamos en el momento más álgido del enfrentamiento en las alturas, que podría conducir a un desgobierno y enfrentamiento generalizado y ahí sí se abrirían las puertas a la violencia.
Entonces, ¿qué hay que hacer? Bajar la temperatura, frenar al caballo desbocado, orillarse del torrente buscando aguas más tranquilas. Así como en las guerras lo primero que se busca es un alto al fuego de uno, dos o tres días, aquí se impone la necesidad de una tregua política. Se necesita una tregua para que no empeoren las cosas. Una tregua, una pausa, un freno. ¿De cuánto tiempo? De cien días, apenas.
Y ¿qué implica una tregua política? Dejar las cosas como están: que el gobierno deje de provocar con nombramientos indeseables o medidas que pretendan cambios bruscos de políticas; que el gobierno intente gobernar atendiendo las urgencias y tomando decisiones que tanta falta hacen: enfrentar la amenaza del desabastecimiento alimentario, enfrentar a las bandas criminales, reactivar la economía. Y simultáneamente que el parlamento se dedique a legislar sobre lo principal y deje de lado censuras y reformas constitucionales subrepticias. Por cien días.
¿Y cuál sería la responsabilidad de la prensa en esa tregua? Pues, una muy importante: dejar de seguir echando leña al fuego. Para comenzar, tratar de hacer más equilibradas las presentaciones de uno y otro bando, que ahora están cargadas hacia un lado. Y en segundo lugar, silenciar a los extremistas e intransigentes de ambos bandos. Y si disminuyen los minutos de la crónica roja mañanera, ayudarían a todos los peruanos.
¿Qué más se podría hacer en una tregua? Pensar, debatir y plantear salidas que impliquen que algo deben ceder las fuerzas en conflicto para que sean viables y sólidas. Particularmente, se esperaría eso de parte de las organizaciones e instituciones de la sociedad civil, pero también de los políticos sensatos que existen en todas las tiendas.
El resultado de la tregua sería propuestas en blanco y negro para la opinión pública. Luego de esas, recién sería posible el diálogo. Tal vez con la ayuda de la OEA. Y aunque esta parezca una propuesta romántica o ilusa, nace del análisis frío de la historia y no de la necesidad de transar porque sea lo políticamente correcto. Por el contrario, seguramente será rechazada, pero es lo que corresponde decir, aunque no gane muchos likes.