Opinión

“Un delicado temblor": una manera de ver la vida “civilizada”

Por Bikut Toribio Sanchium

Economista y Gestor Ambiental por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Poeta y escritor. Investigador de temas amazónicos, extractivismo y defensores ambientales del Centro Bartolomé de las Casas (Cusco). Asistente de investigación en la Red Muqui y fotorreportero de Noticias SER.

“Un delicado temblor": una manera de ver la vida “civilizada”

En Perú leer es un privilegio. Para leer se requiere tiempo; darle tiempo al libro es sacrificar el tiempo de trabajo -con y sin ingreso o de descanso- tras la labor en condiciones precarias. Ese tiempo solo es posible en las personas que no carecen de necesidades básicas, sino uno tiene que ingeniarse y a las justas hojear algún libro. Pero esto es insuficiente cuando se trata de entender un poco más la vida de una obra. Para tal efecto, el hábito de lectura es crucial, realidad ajena a la masa de la periferia. Concentrarse también es un elemento vital, ya que en un país con 70% de informalidad económica, sistemáticamente discriminador y racista, con condiciones laborales precarias, elevada desigualdad, violencia de género tolerada y salud mental ignorada, la tranquilidad para la concentración requerida para discernir un libro es limitada.

En medio de esa realidad ruda, desafiando al lector, nace Un delicado temblor (VTQR, 2023) y se sumerge al escenario literario de un país con pocos lectores privilegiados, en una nación con casi nula inversión por la cultura, en una patria donde las editoriales tienen que sobrevivir a la crisis económica y sociopolítica, corriendo el riesgo de apostar por nuevas voces literarias.

Esta primera novela breve de Filonús Gonzales requiere una mirada desde diferentes aristas. Es una obra para lectores formados o familiarizados con los libros. Por lo tanto, quizá para los privilegiados, ya que el libro es exigente por su complejidad. Para discernir merece concentración total. En ese aspecto hay cierto rasgo de Borges. Los escritos de Borges -Ficciones o Aleph por ejemplo- suelen ser breves y condensados, y por ello complejos de entender; quizá pesados para los que no estamos acostumbrados a la lectura. Pero en el fondo hay mucho que discernir, solo es cuestión de cavar más allá del brillo de las letras. Significa que hay ideas, razones, historias, relatos con propuestas claras. Por tal motivo, es sugerible una lectura lenta, pausada, con calma y concentración. Por eso mismo, la apreciación dicta que es para lectores experimentados.

Otro detalle es acerca de los personajes. No hay personajes con nombres, tampoco intervienen o no hay diálogos entre sujetos y/o seres. En Mañana tendremos otros nombres (Alfaguara, 2019), del argentino Patricio Pron, los personajes principales son Él y Ella, nadie más; no hay nombres específicos. Quizá es un cierto elemento cercano que hay en el primogénito narrativo de Filonús. Es decir, se extraña saber algo más de algún personaje.

En tanto, el tejido de la historia pareciera suelto y fragmentado, sin un hilo conductor. Los principiantes de la lectura cuando recién cogimos Rayuela de Cortázar sentimos algo parecido, por lo que nos costó penetrar en la historia. Esa característica se aprecia también en Un delicado temblor.

El autor relata los sucesos de los seres de la historia e invita al lector a imaginar y/o pensar. En esa línea, la obra tiene un carácter filosófico, porque sin la merecida reflexión la construcción del relato escapa de las manos. Es decir, en Un delicado temblor los factores que entran en acción son el pensamiento, la racionalidad y la imaginación; sin ellos tal vez no sea posible navegar cual canoa en este río de libro profundo, con pongos y rocas por sus relatos intensos, variados, dispersos y tejidos en un solo cuerpo. En efecto, en la obra dice: “Sería bueno que todo lo pensado se convierta en un archivo para que algún curioso indague después de la muerte de cualquiera. (…) Acceder a los pensamientos de las personas acabaría con todo el mundo. (…) esta llegará cuando este planeta sienta los primeros hincones de sequía sobre cada rincón de su superficie y no haya ser humano exento de colocarse en este lugar que habla. (p. 65)

Por otro lado, hay diversos temas que se abordan. Principalmente figura el agua. “Ningún viviente se piensa más allá del agua” (p. 43) señala el autor. Y se pregunta “¿Sería admisible entender ser agua y no tener acceso a la satisfacción de la sed?” (p. 71). Al respecto, la ausencia del agua no solo explicaría la muerte por sed, sino los problemas climáticos, incluso la carencia de necesidades básicas. De modo que, la idea de la vitalidad del agua en la vida moderna, puesta en cuestión a costa de extracción de materias primas, se relaciona con la brevedad del planeta, poniendo así en tensión la existencia humana. Esta forma de entender la vida está presente en la visión de los pueblos originarios: el agua es vida. Por eso, hablar de la dependencia del agua es un llamado a pensar en cómo tratar la naturaleza más allá de la lógica egoísta de generar riqueza mientras se destruye el mundo. Por eso, cabe preguntarnos ¿una sociedad civilizada acaso es lo mismo que una sociedad que arruina su planeta? E ahí la duda metódica de Descartes que ofrece la novela de Filonús.

En ese aspecto, el autor cuestiona cómo ha ido avanzando la civilización, cuando afirma que “Las rocas no, estuvieron con los primeros hombres y les hicieron mejores máquinas, imposibilitaron las raíces de muchas plantas en distintas latitudes, mataron manadas de ciervos o mamuts, probaron el sabor salado de tantas sangres; significaron fronteras, formas de separar lo rojo de lo azul, lo negro de lo blanco.” (p. 14) Si revisamos la historia de los países “civilizados” veremos que han sido construidos con base a la barbarie humana: asesinatos, violación de los derechos humanos, contaminación global, destrucción de pueblos, entre otras. Quizá el poder es la clave de ello.

También se observa la vida dura y cruel de las mujeres. Aparecen figuras de prostitutas, vistas solo con ojos de placer carnal, motivo por el que “Llegan toda clase de hombres. Sobrios o ebrios, jóvenes o viejos, lisiados o incompletos; es innecesario hablar de la belleza. La vestimenta tampoco importa. Lo principal es pagar la entrada y ser parte del juego o del negocio; igual da.” (p. 25). En efecto, se afirma que el sexo en estos tiempos o en determinadas culturas no va de la mano con el amor, sino es o puede ser “parte del juego o del negocio”, lo mismo también la belleza. Por otro lado, es llamativo cuando se topa con la idea de que en realidad, los hombres siempre hemos sido paridos por las mujeres, criados por ellas, amamantados por las madres, protegidos y alimentados por las mismas desde que nacemos, incluso sufren para dar a luz. A pesar de eso, aún son marginadas. Hay una deuda histórica hacia las mujeres.

Asimismo, aparecen recuerdos de una madre, cuyos consejos emergen en el recuerdo y son una predicción de la vida. “Mamá siempre dijo que la prudencia es uno de los mejores remedios para mantenerse un poco más de tiempo sobre este mundo.” (p. 87) se dice en la obra. En la tradición Awajún, antiguamente, los consejos de los viejos eran un elemento clave en la formación humana, porque “Los consejos son acertijos hasta que uno que otro dolor aparece.” Pues, se consideraban lecciones de sabios que han recorrido una vida dura, real y justa, lo cual es ya útil para ilustrar a la nueva generación a cómo enfrentar la realidad del mundo. Pero hay pocos humanos con dicha sabiduría y se observa en “La persona interesante es la que florece después de todo lo sufrido” (p. 90). Creo que se resalta que el dolor es también un valor que forma parte de la sabiduría y madurez humana.

La obra no está exenta del tema religioso. Hay líneas críticas a la religión cristiana. Esto con relación a la pobreza y la necesidad de justicia en las poblaciones vulnerables. “El nazareno alguna vez dijo que serán saciados los que tienen hambre y sed de justicia, pero en su reino. Un cheque en blanco que el pobre tiene la sabiduría de aceptar. Se podría aferrar entonces a esa promesa que reviste un humor extraño. La risa de dios debe ser espantosa. No hay sed de justicia en este ahora, sino puro deseo de agua.” (p. 68). El relativismo tendrá algo que ver aquí, pero tampoco hay que olvidar que la religión ha sido un mecanismo de la colonización.

Incluso se puede reconocer los tintes políticos. Más si nos enfocamos en un país como el Perú. “Vueltos personajes de la gran trama del universo no hay motivo para censurar lo idiota, sino alabarlo y reconocer su sabiduría. ¡Benditos los idiomas!” (p.22). Cualquiera que conozca la realidad peruana, diría que es una sátira precisa dirigida hacia la élite política tradicional. Lo siguiente es lamentablemente real en nuestra nación: “Los idiotas deberían invadir los colegios, las universidades y los institutos para sacarles brillo con su profundísima visión.” (p. 23). En Perú hemos sido testigos de gobernantes con tesis plagiadas; universidades “bamba” limitando la calidad educativa a través de sus representantes en el congreso; jueces corruptos impartiendo justicia; medios tradicionales vendiendo su verdad para su interés y violadores sueltos sin ningún proceso. Hay una crueldad real en esas líneas.

La pobreza salta a la luz en el relato. Es notorio cuando dice “Defecar es otra tarea ardua. Lágrimas salen de los ojos y sangre por los anos.” (p. 79) Sed de hambre se observa en esta línea. Cualquiera que haya sufrido de hambre, tras más de cuatro días sin comer, después de servirse algún plato, tendrá ese resultado en el baño. Habrá que señalar que cagar no es fácil para los pobres hambrientos.

Creo que la obra nos recuerda que la gravedad de la existencia humana es o será el incremento de la sed por ausencia de algo vital de la vida; puede ser agua, amor, sexo, mujer, comida u otros elementos fundamentales parte del cuerpo, vida, sociedad y naturaleza humana.

Por último, leer Un delicado temblor es desafiarse a sí mismo como lector. Es una prueba de nuestra capacidad de entendimiento y discernimiento de las letras. En fin, como decía Borges si una obra no te gusta por qué obligarse a leer. Que la libertad de uno haga su chamba de acercarse al primogénito de César Filonús Gonzáles.

Nota

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