¿Una canción que unifica al Perú?
Historiadora
Contigo Perú es una canción cuyo éxito es innegable: refleja el sentir de una hinchada que es la mejor del planeta, al decir de periodistas de diferente calibre y cultura. Una situación que nos lleva a preguntarnos, ¿por qué esa canción tiene tanto éxito social?
No hay una respuesta y si muchos posibles análisis: es interesante pensarlo porque fue una canción que junto con "Y se llama Perú" fue creada para una finalidad bien establecida y definida. El Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas (1968-1980) estaba empeñado en lograr la homogenización social peruana y para ello en el campo educativo, no sólo obligó a usar el uniforme gris a todos los niños de la época, sino que redujo casi hasta anular las horas de clases en inglés y/o francés, modificó la enseñanza cohesionando bajo el curso de Ciencias Sociales, la historia universal, la del Perú y geografía. Al desconcierto de los profesores se sumó la existencia de grados -que permitían que un alumno aprovechado, subiera o bajara de un curso y no de año-, estableció como cotidiano los trabajos grupales e intentó generalizar el uso del quechua. Bastaba prender la televisión y el anuncio saltaba: “Tawa canal, Limamanta Pacha”. Con el tiempo, los niños crecerían y cantarían esas canciones.
Ni bueno ni malo: fue un momento en que se luchaba por la justicia social desde todos los sectores y a lo largo y ancho del planeta: en muchas zonas, y el Perú fue una de ellas, no se pudo evitar la radicalización de los discursos y, por tanto, de las acciones. Como señala el economista Schumpeter con su destrucción creativa, ante los cambios, siempre hay un grupo social que pierde y otro que gana; sólo que, como estado, se olvidaron de “proteger” al perdedor porque supuestamente eran los explotadores que no sabían más que explotar a la gente. Dentro del discurso, el ejército y los militares no sería más “los perros guardianes de la oligarquía” (aunque ¿de dónde saldrían los 12 apóstoles que apoyaron a Alan García en 1985?)
Que los cambios eran necesarios, nadie lo niega. El problema es que no pueden ser impuestos ni desde arriba ni desde abajo sino se trabajan en el tiempo. Y si fue muy buena la idea de utilizar la música como elemento cohesionador nacional; un recurso simple y de fácil aceptación más aún en el contexto de las eliminatorias del Mundial de 1978 (Contigo Perú fue compuesta en 1977 en ese marco, mientras Y se llama Perú era de 1974). Sin embargo, la oportunidad se pintaba calva, una música muy pegajosa, que no se identifica con una melodía regional, ni vals, ni huayno, ni carnavalito ni marinera; una música que habla de la costa, la sierra y la selva y no de Cusco, Huamanga, Piura o Iquitos.
Pero en el camino entre el ayer y el hoy, el Perú tuvo que enfrentar muchas situaciones, dramáticas y terribles. La radicalización de la violencia y el enfrentamiento ideológico a escala mundial a lo largo de los duros años 70 y sobre todo, durante la década perdida del 80, se reflejó en el país y se hizo presente con el terrorismo senderista, criminal y destructivo. De la mano con una crisis económica también sistémica y no sólo peruana, el miedo se instaló y enfrentó virulentamente a peruano contra peruano; a los de la costa contra los de la sierra y éstos contra la selva; en el fondo, todos contra todos, en un “sálvese quien pueda”.
Pero la capacidad de resilencia, diríamos hoy, del peruano es sorprendente. La violencia logró lo que una revolución no hizo, unificar un país ante el dolor, aunque con un miedo sutil siempre presente; basta recordar la ejemplar conducta de los jóvenes en el concierto de Juan Luis Guerra en el estadio Matute (1992). Un proceso abruptamente cortado por una dictadura pero que, con todo y a pesar de todo, se mantuvo latente. Los años 90 fueron signados, por un lado, por la fuerte emigración peruana y por la visibilización de los violentos -émulos peruanos de los hooligans- clanes tribales de pobres limeños y urbanos que, en su camino al estadio, destruían todo lo que encontraban. Pero los inicios del siglo XXI potenciaron la mejora material de la sociedad peruana y potenció una pujante y empresarial clase media.
Nuevamente la música y el futbol volvieron a cohesionar a la sociedad; aquella unidad y perdón que no pudo lograr la Comisión de la Verdad saltó a las calles y a la emoción del futbol y de un mundial; tal como ocurrió en Rusia 2018: un ejemplo a toda regla de que la alegría es cohesionadora social y que potencia el reencuentro de tanto migrante que sigue vibrando con el Perú con aquellos que se quedaron en el Perú. Y, ahora, más aún con la explosión de vida después del covid-19 e incluso a pesar de haber quedado fuera de Qatar 2022. Todos jóvenes y no tan jóvenes, hombre y mujeres, viejos y niños, usan como excusa el futbol para cantar a todo pulmón Contigo Perú. Una muestra de cómo los medios de comunicación también pueden ser utilizados para cohesionar una sociedad y ser generadores de un consenso social de comportamiento positivo. Eso si, todavía no en el Perú, sino afuera de él, pero poco a poco y lento pero seguro, va a remergiendo la conexión peruana y nos unimos en el sentimiento. Porque, “cuando despiertan mis ojos y veo…”