Una pausa en la tormenta
Psicólogo
La noticia de que el Registro de Organizaciones Políticas, cumpliendo con la ley, haya dado de baja a 120 movimientos regionales por no haber alcanzado el mínimo de votos válidos en las elecciones de octubre pasado y que, como algunas universidades privadas, sólo tenían fachadas de cartón, eran huérfanos de ideas, programas, organización y liderazgos, no ha recibido la atención que recibió el menú de los congresistas. Siendo positiva la noticia, sin embargo, no significa que nuestro sistema político haya dejado la sala de cuidados intensivos, si la comparamos con la siguiente.
Las Elecciones Internas realizadas por primera vez el pasado domingo en once distritos rurales han sido un adelanto de lo que serían las elecciones con voto voluntario que algunos insisten en plantear como una de las salidas, aprovechando del río revuelto que corre por el Congreso de la República. Como su nombre lo indica, a dichas elecciones sólo fueron convocados los afiliados a los siete partidos y catorce movimientos regionales que presentarán listas para las Elecciones Municipales Complementarias que se realizarán el 2 de julio. Ahora bien, según el portal de la ONPE, de los 26,690 convocados, es decir, de los convencidos e inscritos en esas organizaciones políticas, sólo concurrieron a elegir a sus candidatos 795, es decir el 3 %. ¿Se imaginan que se apruebe una reforma constitucional que convierta al voto en voluntario y los próximos gobernantes y representantes sean elegidos por una exigua minoría del padrón?
Es verdad que ninguno de los distritos está ubicado en los territorios cuyas poblaciones han sido más activas en las protestas de los últimos meses, salvo Lari, en la provincia de Caylloma, Arequipa; de manera que no se podría establecer una correlación entre conducta política disruptiva y participación electoral de la ciudadanía, pero sí ha sido una prueba para las dirigencias de los partidos que se presentan y presentarán como alternativas de gobierno en las siguientes elecciones. Así, seis partidos sólo pudieron movilizar al 3.2 % de sus afiliados, en promedio, alrededor de 30. La excepción fue el FREPAP, con el 58 % de concurrencia en el distrito de Huamantanga, Canta. Los movimientos regionales tuvieron mejor concurrencia, pero absolutamente insuficiente: el 7.3 % Las Elecciones Complementarias del próximo han sido convocadas porque las de octubre pasado fueron anuladas por el JNE, por inasistencia de menos de la mitad de los electores en los casos de Canis (Áncash), Chimbán, Ninabamba y Pión de Cajamarca, y Chinchihuasi de Huancavelica; por actos de violencia en Recta (Amazonas); Manitea en la selva de La Convención, Salcabamba en la zona del VRAEM en Huancavelica, Aparicio Pomares en Huánuco y Huamantanga; o porque los votantes rechazaron a las listas únicas de candidatos con más de dos tercios de votos nulos y blancos en los casos de Aco (Áncash) y Lari.
Respecto de los actos de violencia, sucedió un fenómeno inesperado: cuando se esperaba que, siguiendo la dinámica pasada de las elecciones municipales, hubiera entre cien y ciento cincuenta distritos con incidentes de violencia, se vieron reducidos a alrededor de veinte. ¿Qué pasó? Los expertos manejan dos hipótesis concurrentes para explicar esa sorprendente merma. La primera dice que, al multiplicarse los locales de votación y las mesas de sufragio, se dispersó la población electoral impidiendo la formación de una masa crítica dispuesta a la violencia. La segunda señala que al cerrarse el padrón electoral un año antes de la jornada electoral dispuesto por la Ley 30673, disminuyeron las posibilidades de maniobra de quienes trasladaban electores “golondrinos” cuando se cerraba el padrón cuatro meses antes.
Estas cifras tan lamentables confirman lo que ya sabíamos: que, pese a los esfuerzos de la ONPE, el sistema de partidos sigue en escombros, lo que es causa y a la vez consecuencia de la desconfianza de la gente en los políticos, luego de tantas traiciones a sus promesas de campaña, al involucramiento de la mayoría de ellos en actos de corrupción y a su absoluta carencia de ideas y propuestas para salir de la crisis. Hemos pasado del escepticismo a la negación y luego de la pandemia no hay ninguna propuesta política ni líder alguno que rompa con el “sálvese quien pueda” de la sobrevivencia, para empezar a unirnos entre peruanos, más allá de la camiseta bicolor o del Padrenuestro. Los seudopartidos, en las últimas décadas fueron vaciándose de ideas y de organización, lo que no fue fiscalizado a tiempo por las autoridades que debían hacerlo, para caer en el abismo que se abrió en el 2016.
Todo lo cual exige una discusión a fondo de nuevas reglas de juego para reconstruir nuestro sistema político: ¿reducir el período presidencial?; ¿renovar el parlamento cada dos años?, ¿eliminar las amenazas del cierre del Congreso y de la vacancia presidencial?; ¿tener pequeños distritos electorales con un solo representante al Congreso por cada uno?; ¿prohibir la participación política de enjuiciados por delitos comunes o de deudores del Estado?; ¿prohibir que los tránsfugas sean candidatos?; ¿reforzar la autonomía de los organismos electorales, cuando aquí existen las mismas amenazas que en México?; ¿prohibir el oligopolio de los grandes medios de prensa y sacar a concurso internacional el espectro electromagnético, que es propiedad pública?; ¿permitir que el Estado intervenga más activamente en la redistribución de los ingresos para eliminar la pobreza?
Esa discusión exige calma y una tregua en el enfrentamiento, tregua propuesta en noviembre por la OEA y de la que todos los actores políticos se burlaron. Las movilizaciones políticas masivas de los últimos dos meses son la consecuencia de esa ceguera y falta de voluntad y ni el más delirante optimista se atreve a decir que ya pasó y todo volverá a la normalidad, como quieren creer algunos, víctimas de la soberbia o del autoengaño. ¿Qué hacer con los azuzadores del enfrentamiento que hay en las calles, pero también en la radio y la televisión? Pareciera que no hay nada que hacer cuando los cuatro jinetes del Apocalipsis están arrasando con todo: la enfermedad, el desempleo, el egoísmo y el odio.
Sin embargo, me detengo y vuelvo sobre lo andado porque esas elecciones internas diminutas han sido una pausa en la tormenta que exige un minuto de reflexión. Debo reconocer que esos 795 solitarios que votaron el pasado domingo en pueblos perdidos de nuestra serranía, no son unos ingenuos despistados. Hay que reconocer que, aunque no tengan el buen verbo de los citadinos, sus actos demuestran que no han perdido la esperanza, ni han perdido el sentido del deber y los sentimientos básicos de comunidad y Patria que debieran cuestionar a las bienintencionadas gentes de las ciudades que siguen negándose a la acción política.