Volver a clases
Teólogo y docente
En muchos artículos voy leyendo sobre el urgente deseo de volver a clases, convertido en un imperativo categórico – con el perdón de Immanuel Kant – para muchos en las redes. Quizá sea la necesidad de sacudirse del síndrome de la cabaña o sea el deseo de aminorar la pesada carga que supone tener a los hijos estudiantes en casa. No sé. Puede haber más razones.
Para las familias que por razones económicas ya tenían la facilidad del internet, tanto en casa como en el colegio, suena fácil. A ellos no les afectó la pandemia en este aspecto. La vida siguió igual. Argumentan que otros países, en nuestra Sudamérica, ya han vuelto, algunos al 75% de centros educativos, entiéndase escolares y superiores. Para los que tienen hijos en colegio privado, subirá la mensualidad, not problem, y tendrán servicio extra de seguridad sanitaria. Asunto resuelto. Llevarán su laptop y seguirán las clases. Con la experiencia adquirida de la enseñanza virtual, para el docente la clase será más fácil. Para los de matemática, no creo.
Pero expongo dos atenuantes a la propuesta. La primera, en nuestro país la población vacunada no llega al 50%, en algunas regiones al 60%. En los países referenciados han superado ya este número mencionado. La segunda, las instituciones estatales no creo que tengan los fondos necesarios para implementar las condiciones de sanidad mínimas para el regreso seguro a las aulas. Por mencionar uno. Los servicios de limpieza y agua son escasos e insuficientes. Puedo aceptar las grandes ciudades de la costa y quizá alguna de la sierra lo pueda hacer. Aun así, es un gasto extra que tendría que venir de los padres de familia.
Pero vayamos más allá de las capitales de región. Volver al aula significará volver a lo mismo. Si en la pandemia la idea fue menguar el tema con “Aprendo en casa” que fue de lejos insuficiente porque la señal de internet no llegaba a las zonas alejadas y supuso que la gente de zonas remotas tuviera que comprar un celular de gama media y megas para el uso de la señal. El volver al aula a los alumnos los volverá a la realidad de antes, no habrá cambiado nada. Aulas precarias, materiales insuficientes, servicios que no llegan a ser básicos y la conocida realidad de, en muchos casos, tener que caminar o navegar horas para llegar al centro educativo. Los de universidades, volver al centro físico de estudios y volver a alquilar un espacio para vivir mientras estudian. Agregar a ello, un dinero extra para el pan de cada día, ni que decir de la compra de materiales de estudio para acceder a conocimientos nuevos.
¿Podrá asignar el estado los recursos necesarios para igualar los servicios educativos al nivel de los particulares? Eso es impensable. Si antes de la pandemia no lo hacía, ahora no creo que sea mejor.
Por otra parte, el año académico ya está culminando. Queda prácticamente un mes de los nueve que se planifican. No tiene sentido. Que entre enero y febrero se planifique una “nueva normalidad” si es urgente. Con lo avanzado sugiero volver a una práctica ya realizada en algunas zonas del Perú dada la dispersión geográfica. Se me hace factible que se puedan crear núcleos educativos que acojan durante la semana, por al menos tres días, estudiando mañana y tarde, a los alumnos que viven en zonas alejadas. Incluye pensar alojamiento para estos alumnos que vengan de zonas lejanas. Comida que puede suplir el programa Qali Warma. Al centralizar a los estudiantes, es más fácil instalar servicios de internet y otros conexos. Además de racionalizar el trabajo docente. Estas son mis ideas en desorden, pero las comparto para el debate como una alternativa dada la experiencia y realidades que conocemos pre pandemia y durante la situación extrema.
Lo importante es ver cómo acortar la brecha tecnológica puesta en escena en esta pandemia, entre la educación estatal y privada. Puede ser la oportunidad también para ver cómo mejoramos el sistema educativo en cuanto a recursos educativos. Infraestructura sería pedir mucho, pero comenzamos con algo. La reciente presencia del laureado maestro Juan Cadillo en el Consejo Nacional de Educación puede dar buenas perspectivas.