Opinión

“Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo”: una apuesta por la alegría

Por Claudia Arteaga

Profesora e Investigadora de cine documental peruano

“Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo”: una apuesta por la alegría

“Willaq Pirqa. El cine de mi pueblo” es el primer largometraje de César Galindo, cineasta ayacuchano de larga trayectoria en el ámbito del cortometraje, incluidos videoclips y otros trabajos de factura artística y experimental que se pueden ver en su canal Youtube. La carrera de Galindo empieza en Suecia, hacia donde migra después de terminar sus estudios de arquitectura en el Perú. Es en el país nórdico, en donde todavía reside, que le gana la curiosidad por el oficio cinematográfico. “Willaq Pirqa” es su regreso cinematográfico al Perú y por la puerta grande. Hablada enteramente en quechua, ha sido la película peruana más galardonada en la última edición del Festival de Cine de Lima (FCL), ganando en las categorías de Mejor Película Peruana, Premio del Público y Premio de la Comunidad PUCP. Estos reconocimientos, y la crítica positiva que ha recibido hasta ahora, perfilan lo que esperamos sea una afluencia del público en salas comerciales. Definitivamente, la película de Galindo cuenta con las cualidades para seguir acumulando éxitos y reconocimientos, las cuales se sintetizan en una propuesta que es distintiva respecto de otras películas que han abordado, en los últimos años, temáticas andinas.

“Willaq Pirqa”, que se puede traducir como “pared que habla” o “pared que relata”, cuenta la historia de Sistu, un niño alegre y vivaz de diez años que vive con sus padres y su pequeño hermano en una comunidad de altura en los Andes. Son los años setenta. Un día, a Sistu le llega un mensaje del viento, que le anuncia que habrá una función de cine un pueblo cercano. A Sistu le intriga la palabra “cine”. Su maestra le explica que es como una pared con la capacidad de hablar y de hacer mover las cosas. Invadido por la curiosidad, Sistu (interpretado por el actor cusqueño Victor Acurio) llega al pueblo y ve una película de Bruce Lee. Queda fascinado por la experiencia y por la posibilidad de conocer otros mundos. Desprendido del deseo de guardar esta revelación solo para sí, decide compartir esta novedad con sus amigos y amigas, su familia y otros miembros de la comunidad, enfrentando la negativa de algunos, para quienes el cine es otro invento de “mistis”. Ante esto, Sistu, con el apoyo de la sabia del pueblo (interpretada por Hermelinda Luján), busca convencer a su comunidad de que el cine es un arte que no es del todo lejano a ellos. Desde esta misión adoptada por el niño, Galindo logra tejer una perspectiva lúdica y cómica e impregnada por la ternura, siguiendo una decisión consciente, la suya como director, de retratar una comunidad andina de manera feliz. Así lo muestran las opciones estéticas tomadas en relación con el paisaje, mediante la colorización y tomas abiertas que distan de mostrarlo como un simple trasfondo. Destaca también el manejo de actores. De estos resaltan la actuación de Acurio y, de entre los adultos, las actuaciones de Luján, quien cuenta además con experiencia en otras producciones, y de la actriz que hace de la madre de Sistu. Cabe destacar también un guion (un punto usualmente débil en las producciones peruanas) que es lo suficientemente creativo como para explotar la mirada infantil mientras la amalgama con otras instancias narrativas, como las orales andinas y las salidas del cine occidental. Galindo coloca ambas instancias al mismo nivel aprovechando su común cualidad performativa. Al evitar la jerarquía entre ambas, elude la posibilidad de que, ante la aproximación a lo nuevo y diferente, surja el deseo por la alienación y el abandono de la vida comunitaria. Una de las escenas en donde esta idea se luce es cuando los niños/as, frente a la frustración que tienen los adultos de no entender la película que miran por estar en castellano, deciden traducirla para ellos. Esta escena creativa y tierna carga un comentario crítico sutil respecto a una educación de corte occidental que por mucho tiempo ha significado el tormento para los hablantes de lenguas originarias, conduciéndoles al abandono de su lengua, su vestimenta, de la conexión que tengan con sus padres y abuelos. La película misma es una apuesta por una visibilización del quechua en sus dimensiones narrativas, cognitivas, afectivas, así como en un uso también cotidiano que saca a flote las conexiones entre los humanos y los elementos naturales.

El paisaje pictórico y la alegría pueden implicar para algunos una película idealizadora de la vida andina. Ciertamente, “Willaq Pirqa” no aborda directamente la temática de las luchas por la tierra o la pobreza. La comunidad tampoco es atravesada por la violencia del conflicto armado. Aunque el retrato de Galindo no se desentiende del todo de conflictos, su apuesta es otra, la de mostrar la vitalidad del runa simi y sus hablantes. Si bien no se puede negar la importancia de las temáticas mencionadas, “Willaq Pirqa” se aparta del miserabilismo en que muchas películas, tanto ficciones como documentales, han caído como modo de generar empatía en audiencias urbanas no andinas. En cambio, en la aproximación que aventura la película ya no cabe la conmiseración o la percepción de una otredad extrema, a pesar de que la diferencia cultural esté ahí. Yendo más allá, una película como esta invita a la crítica, sobre todo la académica, a valorar películas habladas en lenguas originarias no solamente porque hagan la labor de rescate lingüístico o cultural (argumento que es reduccionista del valor estético y narrativo que puedan tener), sino por ofrecer alternativas a un relato sobre la realidad andina –y amazónica cabe añadir—, que se ha vuelto convencional. Con esto habría que preguntase si detrás de la idealización como argumento para desmerecer películas como “Willaq Pirqa” está haber normalizado la violencia y otras fracturas como “las” representaciones esperables y verosímiles sobre estas realidades. Parafraseando a un pensador francés, Franz Fanon, quizá las convenciones de verosimilitud que se han normalizado van en contra de los “oprimidos”. No le falta razón a Galindo, cuando el día de la última función de su película en la sala Robles Godoy, en una espontánea sesión de preguntas motivada por la audiencia, señaló que hay producciones y un mercado del cine que “nos quieren ver tristes”. Y derrotados/as, añadiría yo. Sin embargo, existe una utopía evidente, reconocida por el mismo director, que la película plantea en un punto de su historia y como un todo. En ella, Galindo se refleja en su protagonista para ver el cine como una herramienta manipulable con la que es posible la construcción del espejo propio. Un espejo que debe ser en la lengua propia porque hablarla es un derecho. “Uno se siente un ser completo cuando puede utilizar la sutileza de su lengua”, dijo aquel día en la Robles Godoy.

“Willaq Pirqa” tendrá su estreno en salas comerciales el 27 de setiembre. La comicidad de la película y sus méritos estéticos, presentes en su justa medida, parecen garantizarle una estadía larga en cartelera. Sin embargo, sabemos que esto no ocurrirá necesariamente si las condiciones de exhibición en salas comerciales para películas peruanas siguen siendo las mismas: una función por día, en pocas salas y por pocas semanas. Ante esto queda seguir demandando un mejor tratamiento en salas y cuotas de pantalla, siguiendo a los y las activistas del cine, cuya presencia no faltó en esta edición del FCL (Pancho Adrianzén recibió un justo homenaje). Mientras tanto, películas como “Willaq Pirqa” animan esta larga lucha. Para nuestra fortuna, su director, incansable a sus 73 años, seguirá produciendo cine en el Perú y en runa simi.

NS_20220814b

Ficha técnica:

PAÍS: Perú, Bolivia Ficción – COLOR – 2022 – 89 min

Dirección: César Galindo

Idioma original: Quechua

Guion: César Galindo, Augusto Cabada, Gastón Vizcarra

Fotografía: Juan Durán

Edición: Roberto Benavides

Sonido: Edgar Lostaunanu, Raúl Astete, Karin Zielinski

Producción: Jedy Ortega Moreno

Intérpretes: Víctor Acurio, Hermelinda Luján, Melisa Álvarez, Alder Yauricasa, Cosme Flores, Bernardo Rosado, Juan Ubaldo Huamán

Filmada con las comunidades de Paca Huaynaccolca Vilcanota, Maras Asociación Artístico Cultural "Piel de Sal" y Chequerek (Cusco)

Casa productora: Casablanca Cine SAC