Willaq Pirqa y las aspiraciones del pueblo
Escritor y periodista
Aunque cada vez en menos salas debido a la dictadura comercial de los multicines, Willaq Pirqa: el cine de mi pueblo se mantiene en la cartelera gracias a la fidelidad del público. En dos meses supera los 75 mil espectadores, según el Ministerio de Cultura. No se trata de una apuesta ciega por el cine peruano. Es el reconocimiento a una película auténtica, que explica en solo hora y media una aspiración creciente de nuestro pueblo: contar su propia historia.
El protagonista de Willaq Pirqa es Sistu, un niño que descubre la magia del cine, aunque de forma precaria y alienante. Las películas, todas extranjeras, son exhibidas en una pared. La primera dificultad para los espectadores, casi todos quechuahablantes, es que la mayoría de películas están en inglés. El pequeño Sistu se las ingenia para contarlas en forma de cuentacuentos. Llegará el momento en que la propia gente de la comunidad se cansará de que le cuenten películas extranjeras, y querrá sus propias historias. Gracias al bagaje que había acumulado con los filmes que había visto, Sistu empieza a darle a su pueblo lo que este le pedía. Y en quechua.
Dirigida por el cineasta ayacuchano César Galindo, Willaq Pirqa es parte de una tendencia creciente del séptimo arte en el Perú del siglo XXI. Directores nacidos en los Andes cuentan la historia de sus pueblos, sin necesidad de sus colegas limeños. Algunas de sus mejores expresiones en los últimos años son La casa rosada, de Palito Ortega Matute (Ayacucho); y Wiñaypacha, de Óscar Catacora (Puno). La primera cuenta cómo se vivió la violencia política en Ayacucho; la segunda, relatada en aimara, da cuenta del abandono que vive una pareja de ancianos en su comunidad, quienes esperan el retorno de uno de sus hijos que migró a una gran ciudad.
Willaq Pirqa en español significa “pared que habla”. Los pueblos andinos quieren contar su propia historia. Y en el cine, que es acaso una industria más difícil para abrirse paso que en la literatura. En el arte de las letras ya existía esta visión, inaugurada por José María Arguedas. Su voz fue escuchada en espacios latinoamericanos. Ciro Alegría y Manuel Scorza, aprovechando su convivencia en los Andes y conocimiento de primera mano, son parte de la misma corriente. Esa tradición se ha perdido en los últimos años, debido al declive del indigenismo, la hegemonía vargasllosiana y la tendencia a “contarlo todo” desde la capital. El nuevo cine peruano de Galindo, Ortega y Catacora puede ayudar a recuperar esa tradición en la literatura. Se necesita también el impulso de escritores del sur andino, como lo hizo José Carlos Mariátegui en la revista Amauta.
La propuesta de Willaq Pirqa es vital. Ayuda a dejar atrás los discursos hegemónicos de Lima sobre las demás regiones del país. Que no te lo cuenten desde la capital: nosotros mismos te lo podemos contar. No se trata solo de una visión artística y cultural, sino discursiva y política. Sea conservador y homogeneizante, o se vista de progresista pero que en el fondo es paternalista, los pueblos andinos ya no quieren más relatos contados por otros. Aspiran también a que estas historias sean reconocidas. Que se cuenten en sus idiomas, en este caso, el quechua, idioma que sigue vivo gracias a la resistencia de sus casi cuatro millones de hablantes nativos. Y va de acuerdo con los tiempos actuales del séptimo arte, en el que Hollywood ya no es la meca.
Esta tendencia del emerger del cine andino va en sintonía con los tiempos que vivimos en el Perú. Un pueblo que se ha despojado de los liderazgos impuestos desde la política limeña, e incluso de los provincianos subordinados a esa hegemonía. Pese a la soberbia y altanería de la capital, que lo descalifica y sataniza, rema sin prisa pero sin pausa, en busca de su destino dentro de la nación peruana. El sueño de Arguedas, no sin grandes dificultades, se pone en marcha.
Willaq Pirqa ha sido exhibida en diciembre último, pero meses antes ya había obtenido diversos reconocimientos. En el Festival de Cine de Lima de agosto del año pasado, ganó los premios del público a la Mejor Película; del Ministerio de Cultura a la Mejor Película Peruana; y el de la Comunidad PUCP a la Mejor Película "Hecho en Perú". Narrada ampliamente en quechua, la obra de Galindo está ambientada en la década de 1960. Victor Acurio, el niño que interpreta a Sistu, es una grata revelación como actor y tiene un futuro promisorio en esta carrera.